“Gaza: que la humanidad vuelva a tener palabra”
En Gaza no sólo se libra una guerra. Se libra la batalla final por el sentido de la humanidad. Desde aquel 7 de octubre de 2023, cuando los ataques de Hamás abrieron la puerta al horror, el mundo ha sido testigo de un genocidio que nadie quiere nombrar en voz alta, pero que se refleja en los cuerpos rotos, en las ciudades reducidas a polvo y en los niños que crecen entre ruinas y miedo.
Allí donde antes había vida, hoy hay supervivencia. Más de la mitad de la población vive bajo la línea de pobreza, el 54% padece hambre y el 90% del agua es veneno líquido. Gaza se ha convertido en una herida abierta donde la tierra ya no da fruto y el mar, sitiado, se niega a ofrecer sustento. El 85% de las zonas de pesca son inaccesibles, y el 35% de las tierras agrícolas han sido arrasadas. No se trata de una operación militar. Es la lenta asfixia de un pueblo.
El desplazamiento que hoy sufren los gazatíes no tiene precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Familias enteras caminan entre escombros con la esperanza —quizás el último bien que les queda— de encontrar refugio en algún rincón del desierto. Pero no hay refugios seguros cuando la humanidad ha perdido su brújula moral.
El mundo asiste, paralizado, a una matanza que parece repetirse en loop. Se convoca a cumbres diplomáticas, se emiten comunicados, se hacen llamados al cese del fuego. Pero la paz no puede ser un hashtag, ni un gesto tibio en el tablero geopolítico. La paz debe ser un grito. Un grito colectivo, sin fronteras ni banderas, que atraviese los despachos de quienes aún creen que la guerra se justifica en nombre de la defensa, del poder o de la historia.
Este pedido de paz no es ingenuo. Es urgente. No pide equidistancia ni neutralidad cómplice. Pide el fin del exterminio, el acceso inmediato de ayuda humanitaria, el respeto al derecho internacional, y sobre todo, el reconocimiento de que el pueblo palestino tiene derecho a vivir con dignidad, sin ser rehén de una geopolítica que lo sacrifica en silencio.
Las guerras no las ganan los pueblos, las pierden. Siempre. Cada bomba que cae en Gaza cae también sobre el futuro de la humanidad. La paz no es una utopía: es el único proyecto racional posible para un mundo que aún quiera tener memoria.
Que este sea el momento de decirlo sin miedo: paz para Gaza. Paz para los niños sin escuela, para las madres sin hogar, para los hombres sin tierra. Paz para los muertos que aún nos miran desde el polvo. Paz, porque sin ella no habrá humanidad que sobreviva.





